martes, 18 de septiembre de 2012

Fragmento del primer capítulo:


Un espectro entre las montañas

Imagina un lugar rocoso, montes puntiagudos, un cielo oscuro por las espesas nubes y una silenciosa neblina. Imagina un frio congelante que te llega hasta los huesos, como para cubrirse con dos o más ropajes y prepararse una buena fogata en medio del campo. Imagina a los montes tan altos que aparentemente no se puede ver ni ave cazadora ni migratoria, mucho menos a los seres humanos. Imagina una neblina gris que cubre las montañas desde las puntas hasta la mitad y solo descubriéndose con algunos orificios creados por la espesa niebla se puede ver las lejanas montañas heladas más allá de este valle. Imagina que estés en un campo de prado uniforme y sin flores, con algunos árboles rodeando las montañas y algunos pastizales que aparecen de vez en cuando. Imagina pues todo esto, un paisaje frio y triste, donde aparentemente no ha habido luz del sol desde hace mucho tiempo, donde no exista la primavera para que florezcan las flores silvestres, ni verano para ver el verde brillante de los pastos frescos. ¿Quién puede vivir en este ambiente alegado y lúgubre? Pues eso fue lo que yo imaginé.


1 comentario:

  1. supongo que se trata del texto que ilustró para la clase de medios tradicionales a cargo de Diana Hortúa; por tanto, me remito a disertar que la reiteración del verbo imaginar se vuelve molesto, aun más si se usa en un solo párrafo, y es necesario observar obras mas recientes a las novelas del siglo XIX, para evitar la redundancia de la narración descriptiva en tercera persona.
    Y francamente, ignoro si hay un nexo entre el eje axial del blog y el texto citado.
    Cristian Parra

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